Por Rosa María Arjona

Viajar con un libro

 

Con la llegada del tiempo libre de las vacaciones aparecen las listas de los libros imprescindibles, aquellos que por su temática o su popularidad son más propicios para ser leídos en la época estival. Géneros como la novela negra, la novela histórica -tan en boga hoy en día-, el thriller, el misterio, o incluso la novela romántica son disfrutados en esta época del año con más deleite, sin prisas y sin horarios.

Si le gusta viajar, si usted es una de esas personas a las que les gustaría recorrer el mundo de cabo a rabo -si su economía se lo permitiera-, vivir durante unos meses en París, luego en Nueva York, más tarde en la Toscana, en Honolulu, en Dubái…, o donde la estación del año o su estado de ánimo le encaminara, si usted es uno de esos viajeros de vocación, le recomiendo los mágicos libros de viajes.

Los libros de viajes nos transportan a países, ciudades, lugares y paisajes soñados con tal lujo de detalles, anécdotas, emociones y sentimientos que se hacen casi reales en nuestra imaginación. Te sientes como si viajaras por lo que cuesta un libro. Incluso, me atrevo a decir que los lugares descritos por el viajero en cuestión son mucho más reales que los que se visitan con prisas, a golpe de horario y de bocina, para ver- sin llegar a conocer- muchos sitios en pocos días, tomando fotos de forma compulsiva para, días más tarde, verlas en casa y enterarse a posteriori de lo que se ha vislumbrado de pasada –o enseñarlas a los amigos-, sin el tiempo necesario para gozar de sus paisajes, descubrir sus rincones,  degustar sus comidas tradicionales, charlar con sus gentes, conocer su historia, sus anécdotas, en fin, sin enterarse de lo que es verdaderamente esencial.

Francamente, para mí viajar por viajar es puro esnobismo.  Yo creo que viajar es un camino, no una meta. Viajar es una experiencia vital en la que el viajero ha de poner los cinco sentidos para que sea plena, fecunda y enriquecedora.

A lo largo de la historia ha habido verdaderos profesionales del arte de viajar que han sabido plasmar magistralmente sobre el papel sus experiencias y observaciones sobre países y lugares que no eran los suyos, con verdadera maestría narrativa y, en ocasiones, también gráfica. La Odisea de Homero, Los Argonautas de Apolonio de Rodas, la Eneida de Virgilio y, cómo no, Los Viajes de Marco Polo son claros ejemplos del tema del viaje como tópico en la literatura universal. La aguda y sensible mirada de los escritores viajeros, o viajeros escritores como se les quiera llamar, cobra especial interés al revelar puntos de vista diferentes a los comunes, muy útiles y provechosos para los que soñamos con viajar algún día a esos lugares, o hemos tenido la suerte de estar allí. Incluso, estos libros de viajes son altamente enriquecedores para los propios habitantes de esos lugares. Porque, como ya se sabe, a veces los árboles no nos dejan ver el bosque…

Resumen del libro «Canta Irlanda» de Javier Reverte (Madrid, 1944)

Canta Irlanda es un libro en el que se reúnen y confunden el lirismo y el viaje, los caminos de tierra y los caminos de la poesía. Irlanda es un país crecido sobre la leyenda, sobre el sufrimiento histórico y sobre las canciones populares. Y su literatura es tan rica -el país que proporcionalmente da más escritores en el mundo- como su folclore, representado por innumerables baladas que todos los irlandeses conocen. A lo largo de este recorrido por Irlanda, Javier Reverte traza con su habitual maestría narrativa, con su tierno humor y su mirada cálida, el retrato del ayer y el ahora de este pueblo que no tiene dibujadas ni águilas ni leones en sus escudos y banderas, sino sencillamente una lira gaélica.

Una pincelada

La primera vez que vine a la República de Irlanda, mediaba junio de 2004 y el tipo que me tocó al lado, en el autobús de dos pisos de color verde irlandés que me llevaba desde el aeropuerto hasta el centro de Dublín, pasaba de largo de los cincuenta años y era pelirrojo, dicharachero y reidor. Me contó que veraneaba todos los años en Torremolinos.

Voy a su país porque la bebida es allí muy barata. Y a usted, ¿qué es lo que le trae a Irlanda?, ¿el golf?

No sé jugar al golf.

-Entonces, la pesca.

-No me gusta pescar en los ríos.

-¿Y a qué diablos viene a Irlanda?

-Bloomsday.

-Ah, ¡el día de James Joyce! ¡Todo el mundo conoce a Joyce, incluso fuera de Irlanda!

-¿Ha leído Ulises?-pregunté.

-¡Dios nos ayude! No hay quien lo entienda. ¿Usted lo ha leído?

-Dos veces-respondí.

-¿Y le encuentra sentido?

-No del todo.

Si lo entendiera por completo, estaría usted algo loco. Me pregunto por qué todo el mundo conoce a Joyce y casi nadie lo ha leído y por qué lo leen si no lo entienden.

-Hay que intentarlo -señalé.

Los irlandeses conocemos bien la historia del libro y sabemos que Bloom era un cornudo -añadió-. Y ser cornudo en Irlanda es de mal gusto -concluyó.

Entrábamos en el norte de la ciudad, por una varretera ceñida por filas apretadas de árboles que iba a un barrio de casas oscuras. El hombre decidió asumir el papel de guía turístico:

-Por aquí cerca, más allá de aquellas casas de la derecha, nació James Joyce. Su padre ganaba poco dinero y, cuando lo tenía, se lo gastaba en beber y apostar. Joyce creció pobre. Por eso los irlandeses estamos orgullosos de él, aunque no le comprendamos en absoluto: porque era pobre, como lo éramos todos hasta hace pocos años.

Bajó la voz:

-Y entre nosotros, amigo…, tampoco nos disgusta que fuera bebedor y putero.

Llegábamos al centro de la ciudad y descendíamos hacia el río Liffey por O’Connell Street.

-Mire ahí, a su izquierda: esa es Earl Street North y allí puede ver la estatua de Joyce. No sé por qué, pero a las chicas les gusta hacerse fotos subidas en la peana. Quién sabe, quizá ellas sí le entienden. Porque las mujeres son incomprensibles, igual que Joyce.

Poco después miró a la derecha y se santiguó al cruzar junto a un pétreo y enorme edificio:

-¿Sabe qué es ese lugar?

Ya que se santigua, imagino que una iglesia.

-Es la GPO, la oficina central de correos. Ahí resistieron nuestros héroes y mártires: Connolly, Pearse, Cook y todos los otros, en el alzamiento de Pascua contra Inglaterra, en abril de 1916. Es un lugar sagrado, más que las iglesias. Sabe la historia del alzamiento de Pascua, ¿no?

-Claro que sí.

-Mejor, me ahorra el esfuerzo de contárselo en un minuto, porque en la siguiente parada se baja usted. Tiene su hotel a un paso.

Me quedé en el Wynns, en Abbey Street, cerca del famoso y viejo teatro dublinés, Abbey Theatre, fundado entre otros por el poeta William B. Yeats. Y bajé del autobús cargado de literatura y de historia, además de mi pesada bolsa de viaje. Pero al mismo tiempo me dije: ¿quién tiene el privilegio de llegar a una ciudad hablando de Joyce y del alzamiento de Pascua de 1916?

                                    … todo ha cambiado, cambiado totalmente:

                                    Una terrible belleza ha nacido. 1

1. Del poema «Pascua», de W. B. Yeats.

 

 

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